El disfrute es ante todo una experiencia subjetiva, por eso, así como no hay un único vino ideal para cada plato o situación de consumo, tampoco existen estrictamente los “vinos de invierno”. Sin embargo, con las bajas temperaturas hay un estilo de ejemplares que se impone de forma natural: aquellos con más cuerpo y estructura, que son ideales para acompañar las comidas calóricas típicas de esta época del año.
En líneas generales, los “vinos de invierno” son aquellos que no se beben tan fríos como los que protagonizan las mesas de la primavera y el verano (los rosados secos y expresivos, los blancos jóvenes y frutados, y los tintos frescos y ligeros). Sin embargo, no se trata únicamente de los tintos corpulentos y tánicos a los que suelen asociarse las bajas temperaturas, sino también de los blancos más complejos, anchos en boca y con crianzas en roble. Son ejemplares capaces de realzar las recetas de invierno y los sabores más intensos, como las cazuelas, guisos y comidas de olla.
Los tintos que se beben en invierno son carnosos, amplios, de taninos firmes y acidez equilibrada y los blancos son generosos, voluptuosos y muy elegantes.
Los tintos que se beben en invierno son carnosos, amplios, de taninos firmes y acidez equilibrada. Suelen tener aromas complejos, maduros y especiados, y notas a café y tostados producto de la crianza en roble. Estos vinos combinan muy bien con carnes a la cacerola, guisos a base de legumbres y vegetales, estofados, pasteles y pastas rellenas con salsa filetto.
Asimismo, los blancos que se toman en esta época del año son generosos, voluptuosos, untuosos y muy elegantes. Son vinos amables y redondos, con muy buen volumen y aromas intensos a frutas tropicales, vainilla y levaduras característicos de su crianza en barricas de roble. Estos ejemplares acompañan muy bien arroces y risottos, pescados grasos grillados y carnes blancas con papas asadas.
A continuación, 5 acuerdos entre vinos y comidas para este invierno:
● Pastel de papas: Por su textura suave y la jugosidad del relleno, el pastel de papas combina muy bien con un Malbec maduro con crianza en barricas de roble. Un vino de perfil frutal, redondo y de corazón dulce será una muy buena elección.
● Guiso de lentejas: La estructura de este plato y su variedad de proteínas se ve realzado por un blend tinto maduro y de textura redonda, con carácter, complejo y profundo.
● Risotto de hongos: Por ser cremoso y de sabores muy definidos, el risotto se acompaña muy bien con un Chardonnay de aromas intensos, paladar amplio y dejos de levaduras producto de su crianza en roble.
● Estofado de cordero: Un plato muy calórico y de sabores intensos requiere un Cabernet Sauvignon corpulento, especiado y elegante, que no se vea opacado por el cordero.
● Pollo de campo al disco: Las carnes blancas con guarniciones de vegetales y salsas armonizan con un blend blanco untuoso, con buen cuerpo, carácter maduro y múltiples capas de sabores.