El olivo y la vid: de la cuenca del Mediterráneo al terruño mendocino
Los olivos y la vid dominan el paisaje de Finca El Paraíso, nuestra finca más extensa y antigua, situada en Maipú. Sin embargo, para comenzar a hablar de la relación histórica que une a ambos cultivos nos tenemos que remontar al Viejo Mundo, más precisamente a la cuenca del Mediterráneo. Para las sociedades que se desarrollaron en esta región, los alimentos son algo más que portadores de nutrientes: simbolizan su cultura y su lugar en el mundo.
En esta zona tan rica, hubo tres cultivos que nacieron y crecieron al ritmo de la civilización. Desde siempre fueron sustento de la vida humana y la base de la famosa “dieta mediterránea”: el trigo, la viña y el olivo.
El primero constituye el insumo principal de alimentos insustituibles de esas tierras, como la pasta y el pan. De las viñas que pueblan los paisajes de la región viene la uva, que se disfruta fresca como fruta y con la que se elabora el vino, la bebida emblemática de la alimentación mediterránea. La trilogía concluye con el olivo y sus ejemplares milenarios en los que se cosechan aceitunas para hacer el aceite que realza el sabor de prácticamente todos los platos típicos de la cocina mediterránea.
Las propiedades saludables y la importancia gastronómica del trigo, el olivo y la vid los transformaron en elementos identitarios de la cultura mediterránea. Por eso, no es casual que la cultura olivarera argentina haya surgido con fuerza a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando se produjeron las grandes migraciones desde Europa. Así, los olivares llegaron a la provincia de Mendoza de la mano de los inmigrantes españoles e italianos, cuyas costumbres alimenticias requerían el aceite de oliva como parte fundamental de su dieta diaria. Por este motivo, el olivo se fue amalgamando a las costumbres y a la cultura de los mendocinos y, hoy en día, la provincia cuenta con ejemplares de olivos añejos de los cuales se obtienen las aceitunas para la elaboración de aceites de excelente calidad.
Un punto fundamental de este arraigo de los olivares en la región cuyana son sus particularidades geográficas, como el tipo de suelo, el clima y las condiciones fitosanitarias inmejorables. Al igual que sucede con la vid, Mendoza es considerada como una de las regiones más aptas del mundo para el cultivo de aceitunas y la elaboración de aceites de oliva de calidad.
El corte de Essencia combina la fuerza y la identidad de la variedad Frantoio, con la frescura de la Arbequina y la riqueza antioxidante del Arauco, dando como resultado un aceite extra virgen armónico y de gran personalidad.
Precisamente en Finca El Paraíso, la familia Arizu posee olivos centenarios en los que nace nuestro aceite de oliva extra virgen Essencia Luigi Bosca. Este producto de alta gama es elaborado a partir de olivas cosechadas de forma temprana para mantener la acidez y conservar la frescura de sus aromas, que fueron molidas “al pie del árbol”, inmediatamente luego de su recolección.
El corte de Essencia combina la fuerza y la identidad de la variedad Frantoio, con la frescura de la Arbequina y la riqueza antioxidante del Arauco, dando como resultado un aceite extra virgen armónico y de gran personalidad. Por su elegancia y carácter, es ideal para perfumar y realzar verduras grilladas, pastas, carnes blancas, panes, pescados y risottos.
El desarrollo de este producto estuvo a cargo de Gustavo Arizu, tercera generación de la familia, quien trabajó en el proyecto durante años y continúa al mando del mismo. Las primeras producciones comenzaron en 2008 de forma experimental para evaluar el producto, y recién luego de cuatro años se inició la comercialización tanto en la Argentina como en el exterior.
Así, los frutos sanos de olivos centenarios implantados en la finca emblemática de la bodega, la cosecha temprana y un cuidado extremo durante toda la elaboración son las claves detrás de la calidad de Essencia Luigi Bosca.