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Los cepajes: La identidad del vino

Los cepajes: La identidad del vino

Los cepajes son los que le otorgan a un vino su identidad, las características organolépticas particulares que lo distinguen de otros al mismo tiempo que los hacen parte de una misma familia.

A primera vista, los vinos tranquilos se distinguen únicamente por su color: tinto, blanco o rosado. Sin embargo, detrás de esa apariencia y del estilo del vino se encuentra el gran factor diferencial entre los distintos ejemplares: la variedad de la uva con la que fueron elaborados. Los cepajes son los que le otorgan a un vino su identidad, las características organolépticas particulares que lo distinguen de otros al mismo tiempo que los hacen parte de una misma familia.
Si bien casi todos los cepajes finos que conocemos son europeos, hay regiones del Viejo y del Nuevo Mundo en donde cada variedad se expresa mejor que en otras. Cada una de las vides se adapta más o menos a distintas características de suelo, clima, altitud y topografía; en una palabra, al terroir en el que se desarrolla.
En el caso de los terruños mendocinos, muchas cepas han encontrado un ecosistema natural inmejorable para expresar aquí todo su potencial. Entre ellas, las más destacadas son:

Malbec: Es la variedad que se da de manera inmejorable en los terruños argentinos. En Luján de Cuyo alcanzó una de sus expresiones más acabadas, superando ampliamente a los Malbec de la comuna francesa de Cahors, su lugar de origen, y a los del resto del mundo.
Tiene una acentuada dulzura interna y gran color; si se lo elabora correctamente, también es sedoso y de taninos redondos. Sus aromas remiten en casi todos los casos a frutos rojos, aunque también son especiados y florales. Dependiendo del ejemplar, recuerda a la violeta, la malva, la menta y el clavo de olor.

Cabernet Sauvignon: Es la variedad más importante del mundo; la reina de las cepas tintas que da vinos con cuerpo, músculo y fuerza. Los aromas principales de este cepaje son las notas a pimiento y a cassis: es un vino especiado y de gran carácter. Además, puede expresar notas a otras frutas como ciruelas, cerezas y moras.
Un Cabernet Sauvignon de calidad debe ser muy amable, con taninos suaves y voluptuosidad.

En el caso de los terruños mendocinos, muchas cepas han encontrado un ecosistema natural inmejorable para expresar aquí todo su potencial.

Pinot Noir: Es una de las variedades más complicadas desde el punto de vista del cuidado y la elaboración para llegar a obtener la más alta concentración.
Un gran Pinot Noir tiene aromas a violetas y crema de leche, seguidos de notas a cereza y frambuesa. En boca debe ser de cuerpo medio y concierta austeridad. Es una variedad a la que hay que trabajar manualmente, con paciencia y dedicándole el tiempo que requiere.

Cabernet Franc: Es una variedad muy especial, cuyos vinos por momentos recuerdan al Cabernet Sauvignon, aunque con un perfil un poco más herbáceo. Es delicado y rústico a la vez. Se distingue por sus notas a fruta fresca, principalmente ciruelas y cerezas, y un poco de sotobosque que le otorga ese carácter tan único. Sus vinos son amables y equilibrados.

Sauvignon Blanc: Un blanco liviano, fluido, muy apoyado en la fruta, y a veces en su carácter cítrico. En nariz tiene notas a maracuyá, pomelo rosado, lima y algunos minerales. En boca es de entrada pungente, paso ágil y gran acidez. Correctamente elaborado, el Sauvignon Blanc es fresco pero también tiene cuerpo y redondez, con una nota herbácea presente pero no muy marcada.

Chardonnay: Según como se lo trabaje, el Chardonnay puede desarrollar un acentuado perfil tropical o uno más mineral. De ambas maneras, sus aromas remiten a la lima, la mandarina, el melón, las frutas tropicales y los minerales. En cualquiera de sus versiones es un cepaje rotundo: en la boca toca todas las papilas gustativas, la impregna con su sabor.
El paso por madera de esta variedad es interesante ya que le aporta un pequeño porcentaje de taninos que complejiza a sus vinos aportando elegancia y untuosidad.

Gewürztraminer: A simple vista, en la finca, es una de las variedades más fáciles de distinguir, ya que su racimo es pequeño y de un color entre anaranjado y rosado muy particular.
En nariz recuerda a la rosa mosqueta y al lichí o níspero blanco, sus descriptores más notables. En boca es oloeoso y denso, por su contenido de azúcar es perfecto para elaborar vinos dulces de cosecha tardía.

Riesling: Es una de las variedades más exigentes y difíciles de trabajar. Tiene aromas a lima, a limón y a flores silvestres, mientras que en boca es mineral, frutado, redondo y con buen cuerpo. A pesar de no ser una cepa muy extendida en nuestro país (su origen es Alemania), en Mendoza se elaboran excelentes Riesling.

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